martes, 10 de mayo de 2011
En la primera jornada del juicio asegura que se puso «muy nervioso» cuando la encontró sin vida en su casa y que cometió el «grave error» de ocultar su cadáver en una fosa séptica.
"El catt con la FUERZA DE LA RAZÓN"
ABC.es
Salvador Morales, acusado del asesinato de Isabel Canino, afirmó ayer en la apertura del juicio que no mató a la chófer de Titsa, aunque sí escondió su cadáver en una fosa séptica de su casa de La Laguna. «Parece que soy un ogro, son injustas las acusaciones que se me están haciendo. Fue un grave error», que justificó con la fuerte presión psicológica que sufrió al encontrarse el cadáver. Los hechos se remontan a finales de mayo, cuando apareció su cuerpo sin vida tras una dramática búsqueda de más de un mes que conmocionó a la sociedad tinerfeña.
El fiscal le pide a Morales 20 años de prisión y la acusación particular la máxima pena, de 25 años. Entre lágrimas, relató que se encontró a Isabel sin vida, «hinchada y amoratada» y atada con unas bridas, lo que le causó un gran estado de nerviosismo que lo llevó a enterrarla en la fosa séptica de su vivienda. Dijo, además, que llevaba cuatro o cinco años en tratamiento médico con antidepresivos y le echó la culpa a «un chico», amigo de Isabel Canino, que había ido a la vivienda para arreglarle a él la conexión de internet y a ella su portátil.
Morales admitió que había desayunado esa mañana con Isabel Canino, quien se ofreció a ayudarle a solucionar los problemas de internet que tenía en la vivienda que pretendía alquilar. Isabel se presentó con el joven, y al darse cuenta de que faltaba un cable, Salvador fue en coche a su vivienda del barrio de La Piterita a buscarlo. Al regresar se encontró a la mujer tendida y sin vida en una de las habitaciones. «Me bloqueé, me vine abajo, estaba hecho polvo», detalló. Incluso se tomó tres pastillas de tranquilizantes hasta que decidió arrastrarla a la fosa séptica. En el momento de los hechos, Isabel había rehecho su vida con otra persona, con la que el acusado tenía mala relación laboral ya que también trabajaba en Titsa. De ella dijo que era «una personal muy liberal» con la que tenía una relación de amistad.
La versión de su hermana, Eladia, es totalmente distinta. Aseguró que Salvador la maltrataba física y psíquicamente hasta el punto de que se había tenido que quedar a dormir varias veces en su casa para evitarlo. Eladia contó también que llamó al acusado para preguntarle por su hermana en dos ocasiones, la primera de ellas no le dio detalles y, la segunda, la amenazó y le dijo que «no sabía con quién se estaba metiendo». Ante estas afirmaciones Salvador gesticuló, lo que llevó al juez a pedirle silencio. Asimismo, informó de que el portátil de su hermana no estaba averiado, pues la noche anterior había hablado por él con su amiga a la que iba a ir a visitar a El Médano.
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