¿QUÉ COSA CONMEMORAMOS EL 1º DE MAYO?
Los cuarenta años siguientes agudizan las luchas sociales con avances y retrocesos, victorias y derrotas para el proletariado, especialmente el industrial. La constitución de laAsociación Internacional de Trabajadores y su disolución, la Comuna de París y la represión que la sigue 20 marcan hitos importantes en el camino seguido por los obreros. De vez en cuando, pagándolas siempre al precio de dolorosos sacrificios, consiguen algunas victorias. Mejora la condición de los siervos y los trabajadores logran la libertad precisa para organizar algunos sindicatos.
La esclavitud desaparece oficialmente en Norteamérica en 1865, mientras en España su abolición data de 1873; se fija en algunas naciones la edad mínima para que los niños puedan empezar a trabajar y se prohíbe que las mujeres participen en determinadas actividades peligrosas; la jornada de trabajo disminuye de doce a diez horas y se lucha abiertamente por la de ocho. Cuando en 1889 se constituye la II Internacional, uno de sus primeros acuerdos es declarar el Primero de Mayo día de lucha para su obtención, al mismo tiempo que servirá para conmemorar el sacrificio, entonces muy reciente, de los llamados "mártires de Chicago".
LA LUCHA DEL PROLETARIADO ESTADOUNIDENSE
Las luchas sociales revisten siempre en los Estados Unidos un grado extremado de virulencia. En su dura competencia con el capitalismo europeo, el americano disfruta de dos grandes ventajas: un territorio extenso, poco poblado, con enormes riquezas naturales y una mano de obra abundante, barata, casi regalada. Los estados agrícolas del Sur disponen de varios millones de esclavos; los industriales del Norte, de ingentes masas de inmigrantes Irlandeses, alemanes e italianos que, huyendo del hambre y la persecución en sus respectivos países, buscan al otro lado del Atlántico una soñada tierra de promisión. Los capitalistas explotan por igual a todos y la parte de los salarios no pagados - la "plusvalía", en términos marxistas - constituye la base más sólida para su rápido crecimiento y expansión.
Cuando la guerra de Secesión libera nominalmente a los negros, el Ku-Klux-Klan - que apalea, lincha y quema a los que pretenden hacer valer sus Ilusorios derechos - basta para que las gentes de color continúen sometidas a condiciones inhumanas de existencia. Algo parecido realizan con los obreros blancos del Norte otras organizaciones tan ilegales y siniestras como el Klan, cuya misión consiste en proteger a los empresarios y organizar el esquirolaje en gran escala. Tan pronto como estalla un conflicto laboral, los patronos disponen con facilidad de numerosos individuos especializados en lograr el fracaso rotundo de cualquier paro. No son auténticos esquiroles - es decir, obreros a quienes la necesidad fuerza a trabajar en las condiciones que sea -, sino indeseables, maleantes, vagos y matones que se hacen pagar a buen precio sus servicios.
Son muchas las organizaciones obreras que en diversos puntos de Norteamérica tienen que disolverse sin haber logrado ninguno de sus objetivos. Como procedimiento de lucha, nueve sastres de Filadelfia crean en 1869 una sociedad artesanal de carácter secreto en un principio denominada Noble Order of the Knights of Labor. "Los Caballeros del Trabajo"adquieren rápida difusión en toda la costa atlántica. Entre 1870 y 1871 aparece la American Federatlon of Labour, que propugna un socialismo pacífico y moderado y en la que se encuentran fundamentalmente los obreros calificados. Para entonces hace ya diez años que lleva funcionando la Liga de las Ocho Horas, que tiene su origen en Boston y se difunde por los estados del Medio Oeste. Tras vencer una serie de dificultades, las distintas tendencias y organizaciones obreras llegan a un acuerdo para declararse en huelga el 1 de mayo de 1886 a fin de conseguir sin mayores demoras el acortamiento real y efectivo de sus horas de trabajo.
CHICAGO
En Chicago, cuyo vertiginoso crecimiento durante el segundo tercio del siglo XIX la convierte en metrópoli del Medio Oeste, los trabajadores tropiezan con obstáculos casi insuperables en sus esfuerzos organizativos. La ciudad es, sobre todo a partir del final de la guerra civil, escenario de las mayores realizaciones industriales y de los más fabulosos negocios. También una de las colectividades humanas más violentas, corrompidas y con menor respeto por los Derechos e incluso la vida física de las personas. Tiene el índice de criminalidad más elevado de la nación y mayor número de tabernas, salones de juego y lupanares que cualquier otra población americana. La policía y la administración de justicia dependen de la administración municipal y ésta a su vez de los hábiles manejos de los mangoneadores electorales. Todo el mundo parece sentir un ansia frenética por enriquecerse, y quienes gobiernan la población la sienten con redoblado vigor y menores escrúpulos que nadie. Esta situación hace posible que en esta época un inmigrante italiano, Big Jim Colosimo, se adueñe prácticamente de la política local y que años más tarde, auxiliado porJohnny Torrio y Al Capone -que le asesinarán para heredar sus negocios-, monte la más gigantesca organización criminal conocida en la historia.
Para muchos millares de hombres y mujeres, el trabajo se inicia a las cuatro de la mañana y termina a las ocho de la noche. Los grandes capitanes de industria, los gobernantes de la ciudad y aun de todo Illinois, la policía a su servicio y la gran prensa -amarilla y sensacionalista como en ningún otro punto de América- están férreamente unidos para aplastar las reivindicaciones proletarias, recurriendo para vencerlas a no importa qué procedimientos. El más corriente y más eficaz es lanzar contra los obreros a las partidas de maleantes, que se hacen pagar sus servicios con la tolerancia y pasividad de las autoridades para sus fechorías. El incipiente gangsterismo se convierte así en el mejor auxiliar de los patronos y en el peor enemigo de los trabajadores .
Pese a todas las agresiones , los obreros, impulsados por la desesperación de sus condiciones de vida y trabajo, se unen para defender sus derechos y surgen diversos sindicatos metalúrgicos, textiles, de la construcción y transportes, que se mantienen en pie pese a sufrir constantes ataques. Si suman muchos millares los trabajadores afiliados, destaca entre ellos un número relativamente pequeño, pero de intensa actividad, que sigue las doctrinas y tácticas de la entonces ya desaparecida I Internacional. Predominan entre ellos los de origen germánico y escandinavo, aunque muchos hayan nacido en los Estados Unidos. Son auténticos líderes obreros, de espíritu bien templado y formación intelectual muy superior a lo que desearían los capitalistas de Illinois. Hablan con bastante elocuencia y escriben con toda claridad y precisión, polemizando con la prensa diaria en los dos semanarios de que disponen:"Arbeiter Zeitung", que dirige Auguste Spies, y "Alarm", a cuya cabeza aparece Albert Parsons.
Todos los obreros sindicados de Chicago se disponen a secundar con todo entusiasmo la huelga general anunciada para el primero de mayo de 1886 en defensa de la jornada de ocho horas. Pero antes de que llegue el día señalado para la huelga, una empresa capitalista inicia la lucha por su cuenta. Son los dueños de la factoría McCormick, que despiden de golpe a 1.200 de sus obreros, porque se niegan a darse de baja en sus organizaciones, sustituyéndoles por varios centenares de individuos, en su mayoría maleantes y pistoleros.
LA HUELGA GENERAL DEL 1 DE MAYO DE 1886
Para expresar su dolorida protesta por lo sucedido, los sindicatos organizan un nuevo mitin, ahora en la plaza de Haymarket, el día 4 de mayo de 1886. Asisten más de quince mil obreros indignados por lo ocurrido la víspera en las proximidades de la fábrica McCormick. Habla en primer lugar Albert Parsons, director del semanario obrero "Alarm", quien en párrafos vibrantes censura la actuación policíaca del día anterior. Le sigue en el uso de la palabra el sindicalista Fielden. Empieza a lloviznar en este momento y buena parte de los asistentes al acto, encabezados por el anterior orador, se dirigen a un local cerrado próximo para continuar el mitin. Hasta este momento no se ha producido el menor Incidente y Fielden sigue hablando ante unos millares de personas que no hacen el menor caso de la lluvia que amenaza.
Ciento ochenta policías, dependientes del municipio de Chicago, hacen su aparición entonces por una de las bocacalles de la plaza. Armados de fusiles, con las armas en posición de disparo y en correcta formación, avanzan sobre la multitud para dispersarla a cualquier precio. Sorprendente, inesperadamente, una potente bomba estalla en el centro de las filas policíacas, ocasionando terribles estragos. Furiosos al ver caer a varios de sus compañeros, los restantes disparan una y otra vez contra los trabajadores, que escapan a la carrera o caen. Cuando termina la breve y sangrienta refriega, se encuentran en tierra alrededor de sesenta personas entre muertos y heridos.
¿Quién fabrica, coloca, tira o hace estallar la bomba? Para las organizaciones patronales, las autoridades locales y esencialmente la gran prensa sensacionalista de Chicago, los trabajadores en huelga, que pretenden de esta forma vengar los muertos de la víspera. Pero aunque esta acusación se airea incensamente durante los meses posteriores y sirve de base a uno de los procesos más famosos de la vida de la ciudad, no logran probarla en ningún instante los centenares de investigadores, técnicos, detectives más o menos oficiosos, abogados y Jueces, ni encuentran un solo obrero que cediendo a las amenazas o a las promesas eche la culpa a sus hermanos de clase.
Los acusados en un principio niegan siempre, con elocuencia y entereza, su participación activa o pasiva en el hecho. Son hombres que no ocultan su manera de pensar y proclaman orgullosos sus ideas durante el juicio y al pie mismo de la horca, sin intentar en ningún instante obtener la simpatía o el favor de sus adversarios, actitud y conducta que sirve de aval a sus palabras. Argumentan con fuerza que la huelga era pacífica, que sólo podían ganarla sin recurrir a la violencia, suicida cuando los obreros se hallaban totalmente desarmados, y que la bomba tiene que ser - es, sin sombra alguna de dudas - obra de un agente provocador, instrumento pagado de un plan meticulosamente trazado de antemano para justificar una dura represión que aplaste las organizaciones sindicales en la gran ciudad del Medio Oeste.
REPRESIÓN CONTRA LOS OBREROS
La oligarquía de Chicago no desaprovecha la magnífica ocasión que el estallido de la bomba le proporciona para asestar un golpe de muerte al movimiento obrero. La policía detiene a centenares de trabajadores, entre los que se encuentran todos los que han destacado en las luchas sociales de la ciudad, aunque una mayoría no hayan estado el día de los sucesos en la plaza de Haymarket. Cuidadosamente selecciona entre los detenidos a los elementos más combativos y valiosos para encartarles en un proceso en el que se Juzgarán, más que los sucesos recientes, las ideas de quienes encabezan los sindicatos y cuya defensa de los intereses proletarios constituye una grave amenaza para los gigantescos negocios, la corrupción ambiental y el rápido enriquecimiento de determinados individuos. El resultado es un juicio que levanta oleadas de indignación, pero que da los frutos apetecidos por quienes lo organizan y montan.
"¿En qué consiste mi crimen? - pregunta George Engel ante los jueces, y se contesta - :En que he trabajado en pro del establecimiento de un sistema social en que sea imposible el hecho de que mientras unos amontonan millones beneficiándose de las máquinas, otros caen en la degradación y en la miseria. Así como el aire y el agua son libres para todos, así la tierra y las Invenciones de los científicos deben ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la Naturaleza y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida y al bienestar. Yo no combato individualmente a los capitalistas; combato al sistema que da el privilegio. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quiénes son sus enemigos y quiénes sus amigos. Todo lo demás, empezando por lo que aquí ocurre, lo desprecio. Desprecio el poder de un gobierno inicuo con sus espías y sus polizontes. No tengo más que decir".
"Yo creo como Buckle, como Payne, como Jefferson, Spencer y otros grandes pensadores del siglo -sostiene Auguste Spies-, que el estado de castas y clases, donde unas clases viven a expensas del trabajo de otras clases - es decir, lo que vosotros llamáis orden -; yo creo, sí, que esta forma bárbara de organización social con sus robos y crímenes legalizados está próxima a desaparecer y dejará pronto paso a una sociedad libre, a una asociación voluntaria, o hermandad universal si lo preferís. Podéis, pues, sentenciarme a muerte, honorables jueces, pero al menos que se sepa que en Illinois ocho hombres fueron sentenciados a la última pena por creer en un bienestar futuro, por no perder la fe en el triunfo final de la Libertad y la Justicia"
SIETE CONDENAS DE MUERTE
No se produce ninguna sorpresa en el desarrollo del juicio; todo se desarrolla en la forma prevista por quienes lo han preparado. Aquí no se producen las dramáticas alteraciones gratas a los folletinistas policíacos, en cuyas confortadoras tramas triunfa siempre al final la virtud para que lectores o espectadores puedan irse a dormir con la conciencia tranquila. En este juicio famoso y trascendental, cada uno cumple de manera escrupulosa el papel que tiene asignado y el resultado final complace plenamente a sus organizadores. Importa poco que la culpabilidad de los acusados en un crimen no pueda probarse, especilamente cuando reconocen con altanería su intervención en otro mayor, aunque no aparezca penado por las leyes vigentes. Tampoco cubrir los formulismos legales, permitiendo hablar a los procesados, cuando se tiene en las manos todos los resortes legales y se sabe de antemano que jurados y jueces acabarán condenándoles, digan lo que digan. Ni siquiera se teme que sus palabras produzcan demasiado escándalo, puesto que la gran prensa esté en contra suya y sus palabras no serán recogidas ni divulgadas, suprimidos definitivamente los modestos semanarios dirigidos porParsons y Spies.
Con un desprecio absoluto por cuanto se ha probado y dejado de probar durante la vista de la causa, los miembros del jurado van contestando a las preguntas que se les formulan en la forma que tienen prevista desde antes de iniciarse las sesiones. De acuerdo con su veredicto, los jueces dictan la sentencia, esperada también desde el primer instante. Siete de los ocho acusados son condenados a morir en la horca. Únicamente la vida de Oscar B. Neebe es perdonada a cambio de cumplir
Un encierro presidiarlo de muchos años. Cuando el juez le pregunta sí tiene algo que decir,Oscar responde sincero y digno:
"Me apena que no me ahorquéis como a mis compañeros, porque es preferible la muerte rápida en la horca a la muerte lenta en que vivimos los trabajadores. No tengo más que una súplica que haceros: dejadme participar en la suerte de mis compañeros. ¡Ahorcadme con ellos!
"Si creéis que matándonos - afirma Fischer - aniquiláis a los anarquistas y a la anarquía, estáis en un error; porque los anarquistas están siempre dispuestos a morir por sus principios, pero éstos son inmortales".
No hay en sus palabras claudicaciones, imploraciones ni súplicas. Se encaran sin debilidades con el destino que les aguarda y proclaman su confianza en el triunfo final de sus ideales. El último en hablar es Parsons. Director del semanario "Alarm" es, quizá, el hombre de mayor entereza y preparación del grupo. Está en libertad cuando se inicia el proceso, por haber burlado con habilidad a cuantos se lanzaron en su persecución. Pero al comenzar la vista de la causa, considera su deber compartir la suerte de sus camaradas y se presenta espontáneamente para ocupar su puesto en el banquillo de los acusados.
Albert R. Parsons es un magnífico orador. Sabe perfectamente que será inútil cuanto diga para modificar su sentencia o convencer de su inocencia a quienes le juzgan y le han condenado de antemano. No lo intenta ni lo pretende, pero sus palabras tienen como único destinatario al proletariado de Chicago. Habla sereno y digno durante ocho horas, haciendo una crítica demoledora del sistema capitalista americano y una encendida defensa de los trabajadores. La jornada de ocho horas por la que luchan y por la que personalmente van a morir quienes comparecen en este proceso como acusados, no es el fin de una larga marcha hacia la libertad, sino un simple paso hacia adelante. La lucha aún será difícil, enconada y dramática. Pero la liberación de los oprimidos justifica de sobra todos los sacrificios.
Por elocuentes que sean los discursos, no bastan - y los interesados lo saben - para hacer variar las intenciones de sus adversarios. La sentencia queda en pie, con toda su carga de injusticias.
EL SILENCIO Y LAS VOCES
Ni uno solo de los siete solícita clemencia. Más aún, cuando se enteran de que millares de trabajadores, no sólo de Chicago e Illinois, sino de todos los estados de la costa atlántica, han pedido su perdón, escriben al gobernador rechazando de antemano toda medida de clemencia. No obstante, el propio gobernador, un tanto avergonzado por la farsa del proceso y de sus posibles consecuencias, salta por encima del parecer de sus asesores, indultando a dos de los condenados. Contra su voluntad y deseos, Fielden y Schwab se ven privados de compartir la suerte de sus compañeros, rebajada su pena a la de trabajos forzados a perpetuidad. (Pocos años más tarde, Fielden y Schwab, en unión de Neebe y Schanbenel - este último condenado en rebeldía -, son indultados por completo, reconociéndose oficialmente la monstruosidad jurídica del proceso de Chicago. Pero esta reparación tardía no puede devolver la vida a los muertos ni el ímpetu reivindicativo que merced a ellos habían logrado los trabajadores de una ciudad que será presa fácil para Colosimo, Torrio, Acardo y Capone, que llega a erigirse en campeón del anticomunismo en los días de su máximo y sangriento esplendor.)
El 11 de noviembre de 1886 ahorcan a cuatro de los condenados, ya que Louis Ling se suicida la víspera de la ejecución con una cápsula de mercurio. Los cuatro condenados pasan juntos la noche del 10 al 11, conversando serenamente y escribiendo algunas cartas de despedida. Ninguno da muestras de inquietud o temor al tener que enfrentarse con la muerte. Conducidos al patíbulo, Spies grita, cuando ya tiene la cuerda en torno al cuello:
JORNADA DE PROTESTA Y REIVINDICACIÓN
Tres años después de la tragedia, en el Congreso constitutivo de la II Internacional, se aprueba por aclamación una propuesta que dice textualmente:
Durante seis lustros, la jornada del Primero de Mayo tiene un significado de aspiración y lucha. En 1919 sufre una radical transformación al convertirse de día de combate en Fiesta del Trabajo. La alteración se debe no sólo a que la jornada de ocho horas ha sido ya conseguida en casi todos los países avanzados - en España es legal en Barcelona desde 1916 y en todo el país para la industria del vidrio desde 1917-, sino también a que una Conferencia Internacional reunida en Washington declara que en adelante no pasará de ocho horas la duración máxima de la jornada laboral.
Es un paso firme hacia adelante del proletariado organizado, pero ya no constituye la meta final del largo camino emprendido cien años antes. La penosa marcha coronada por el éxito ha costado la vida a millares de trabajadores de todos los países y latitudes caídos en el fragor de la lucha. Entre ellos, en prlmerísimo término, los sindicalistas ejecutados en Chicago el 11 de noviembre de 1886, cuyo sacrificio se sigue conmemorando con la fiesta delPrimero de Mayo.
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