jueves, 5 de mayo de 2011
La REFORMA DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA, no puede ser un parche como lo ha sido la pseudo reforma laboral pactada por CEOE, CCOO y UGT.
EL ECONOMISTA
Lorenzo Bernaldo de Quirós
Con casi cinco millones de parados y con una reforma laboral ineficaz para afrontar un problema de desempleo de las dimensiones del español, la CEOE y las centrales sindicales abordan ahora la modificación de la negociación colectiva que, si se acuerda en los términos que parece, tampoco servirá para nada. En España, el predominio de la contratación colectiva sectorial y territorial, así como la ultraactividad y la universalidad de los convenios impiden ajustar las condiciones laborales a la evolución de la coyuntura, a la productividad de los empleados y a las necesidades funcionales de las empresas.
De acuerdo con la teoría económica y con la evidencia empírica existente, este sistema es el más ineficiente de los posibles -centralizado o descentralizado- e inadecuado para responder tanto a las realidades de una economía global y competitiva como a la creciente individualización de las capacidades profesionales. Sus bases objetivas, una masa laboral homogénea y unos mercados cerrados, han desaparecido.
En la negociación colectiva sectorializada o territorializada, los sindicatos carecen de incentivos para internalizar las externalidades, esto es, para moderar sus exigencias salariales, y funcionan como un cártel que impulsa los salarios por encima de su nivel de equilibrio. Por su parte, las empresas no pueden ajustar los aumentos de salarios a su situación. En la práctica, esta modalidad negociadora sólo permite un recorrido del precio del factor trabajo, el alcista, ya que lo pactado en el sector o en el territorio es un mínimo. El resultado es una situación desconocida en los modelos descentralizados, la denominada "deriva salarial", esto es, la diferencia entre los incrementos salariales realmente registrados y los acordados en convenios de ámbito superior. Este sistema consagra la rigidez a la baja del precio del factor trabajo incluso cuando el desempleo comienza a incrementarse. Así, en la fase expansiva del período 1996-2007 se llegó a situaciones tan absurdas como que regiones con tasas de paro elevadas, Andalucía o Extremadura, registraran aumentos salariales superiores a los de otras con pleno empleo como Navarra o Baleares. (Ver Calmfors L. y Driffil, J. Centralization of Wage Bargaining and Macroeconomic Perfomance, Economic Policy, nº6, 1988)
La densidad sindical española es muy baja, entre el 10 y el 15 por ciento de la fuerza laboral, pero la tasa de cobertura de los convenios es casi total y persisten importantes rigideces en el mercado laboral.
Ello refuerza el poder monopolístico de los sindicatos sobre la oferta de trabajo y tiende a introducir un elevado grado de rigidez salarial. Al mismo tiempo, este régimen debilita artificialmente el vínculo de los trabajadores con el empleador y lo fortalece con el sindicato. En la práctica, hace desaparecer el auténtico concepto y significado del contrato laboral, una emanación de la autonomía de las partes, y lo sustituye por una especie de contrato de adhesión, de todo o nada. Los trabajadores no tienen opción. En la práctica, la colectivización de las relaciones laborales es una forma de afiliación obligatoria a las centrales sindicales. Por su parte, los empresarios han colaborado al fortalecimiento de los efectos monopolísticos del modelo bien para evitar conflictos bien por la ausencia de mecanismos eficaces para establecer un equilibrio de fuerzas en el mercado laboral; por ejemplo, un despido más ágil y más barato o la posibilidad de descolgarse unilateralmente de los convenios de ámbito superior.
En el consenso del pensamiento económico moderno se ha producido un giro en el enfoque de la cuestión: la apuesta por un sistema basado en la relación contractual individual frente a la clásica negociación colectiva. Este cambio de paradigma tiene un sólido anclaje en la realidad de economías abiertas que demandan estructuras flexibles para adaptarse a un entorno competitivo. Los avances técnicos cambian la naturaleza de numerosos empleos. En consecuencia, una detallada especificación de cada puesto o categoría profesional puede verse rápidamente desfasada. Por otra parte, los trabajadores de principios del siglo XXI tienen muy poco que ver, no ya con los de hace un siglo, sino de unas décadas, inmersos en cadenas de producción en las que las habilidades profesionales de cada individuo contaban muy poco, con una visión patrimonialista del puesto de trabajo, etc. El capital humano cuenta cada vez más y los empleados están poco dispuestos a homogeneizar sus condiciones de trabajo dentro de las de un colectivo que ya no tiene rasgos homogéneos. Aspiran a una retribución acorde con su aportación personal, esto es, con su productividad.
En este contexto, España necesita una urgente reforma de su modelo de negociación colectiva. Ésta debería basarse en tres pilares básicos: primero, las empresas han de tener el derecho a descolgarse de lo establecido en los convenios nacionales, territoriales o sectoriales si consideran que éstos no se ajustan a su situación y/o a sus necesidades; segundo, los trabajadores han de recuperar su derecho a pactar contratos laborales individuales con las empresas sin que, en ese caso, se vean forzados por lo acordado en otras esferas de negociación. Tercero, la prórroga forzosa, la famosa ultraactividad de los convenios, ha de ser eliminada ya que hace que toda una serie de temas (salarios, jornada de trabajo, movilidad interna, etc.) permanezcan vigentes hasta que se firme un nuevo contrato. Esto hace que los sindicatos no se muestren dispuestos a aceptar condiciones laborales menos generosas que las anteriores, lo que introduce un nivel de rigidez muy alto.
El café para todos, propio del modelo de contratación colectiva hegemónico en esta vieja Piel de Toro, es irracional porque es contrario a la lógica económica, es injusto porque ignora el esfuerzo individual, es un obstáculo extraordinario para llegar a una posición cercana al pleno empleo y ha resultado letal cuando la coyuntura económica ha empeorado. La crisis económica y la brutal destrucción de empleo provocada por ella constituyen una oportunidad de oro para modernizar el obsoleto y anacrónico sistema de negociación colectiva vigente en España que, desde luego, no puede ser un parche como lo ha sido la pseudo reforma laboral pactada por CEOE, CCOO y UGT.
Lorenzo Bernaldo de Quirós es miembro del Consejo Editorial de elEconomista.
Etiquetas:
CCOO,
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