El león de la crisis ha corrido más que las economías occidentales, y todas han sufrido caídas de la producción, ajustes del gasto público y crecimiento del desempleo. Pero algunos países han corrido más que otros, y ahora ganan distancia mientras los más lentos son devorados por una segunda crisis: la de la deuda, derivada necesaria de la burbuja. Incluso si el ejemplo del león no se puede aplicar literalmente, porque al final todos sobreviven, lo cierto es que habrá aumentado la distancia entre los primeros y los últimos. Y ya deben de saber en qué grupo está la economía española. Esta semana se han presentado los datos del paro alemán y español. La tasa del primero es del 7,1%. La del segundo, del 21,2%. El triple. La cifra alemana está bajando, y ya ha igualado el punto más bajo desde la reunificación. La cifra española, en cambio, sigue creciendo, e incluso en el caso de que este año cambie la tendencia, la tasa de 2007 no se recuperaría hasta el 2017, según las previsiones oficiales. En lo que llevamos de crisis se han destruido 2,7 millones de puestos de trabajo: ésta es la reducción de la población ocupada. Pero los parados son 4,9 millones porque, mientras tanto, no ha dejado de aumentar la población potencialmente activa.
Esta crisis la han pasado todos, pero unos saldrán reforzados y otros, debilitados. La pregunta ya no es si el león todavía nos persigue, sino qué distancia nos llevan los exploradores más rápidos, y qué hacer para acortarla. Una cosa segura es que la diferencia en la capacidad de crear riqueza debe acabar traduciéndose en diferencia de poder adquisitivo para el conjunto de la población; se puede hacer de manera ordenada o traumática, pero iremos a parar ahí. Y con el pago de las deudas, todavía más. Quizás volvamos a los años de la emigración masiva a Alemania (ahora con un título de ingeniero en el bolsillo) y del diferencial de sueldos como gancho para atraer al turismo. Así, de paso, ocuparemos todos aquellos bloques de apartamentos levantinos que no hay forma de vender.
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