viernes, 29 de abril de 2011
El gran capital no revierte en la sociedad una parte de los beneficios que ha obtenido con ella.
ERASMO QUINTANA LAPROVINCIA@EPI.ES
Tomo prestado para este comentario el título de un librito de Stéphane Hessel porque, leyéndolo, ha conseguido que yo también me indigne. Ya lo estaba, en parte, viendo que con lo de la globalización los Estados ya no son soberanos e independientes. No son dueños de su economía; otros entes superiores, poseedores del poder del dinero, son los que rigen los destinos de millones de ciudadanos.
Y todo esto ha venido con la complacencia de las organizaciones obreras. Éstas, ¿qué han hecho?
Da la impresión que viven en un lujoso castillo medieval y hablan ciñéndose a un guión de eufemismos y palabras taimadas. Sus líderes, me pregunto: ¿están o no indignados con la realidad laboral y económica de su tiempo? Si lo estuvieran, esto es, si sintieran en verdad como suyos los problemas que aquejan a los ciudadanos trabajadores, harían mucho más de lo que hacen o, al menos, utilizarían otras estrategias de movilización distintas a la trasnochada y costosa huelga, la cual se ha mostrado perjudicial al trabajador, al empresario y a los propios sindicatos.
El gran capital no revierte en la sociedad una parte de los beneficios que ha obtenido con ella. Y un deseo -¿ingenuo?-: los sindicatos deberían unirse todos ellos, grandes y pequeños, salvando protagonismos para acordar un elenco de iniciativas en materias sensibles, entre las que figurasen la conversión del derecho al trabajo y el derecho a la vivienda en Derechos Fundamentales, llamando a la movilización de toda la nación mediante, no una huelga, sino grandes manifestaciones en días festivos, repitiéndose las veces que haga falta hasta que se logre.
Esto sí podría provocar el derrocamiento de la dictadura económica que padecemos en nuestras carnes, convertida en la semilla de la indignación, que es a su vez la que genera el pensamiento utópico motivador de la insurrección pacífica.
Dice Hessel, de 93 años, único superviviente del equipo redactor de la Declaración Universal de Derechos del Hombre, en su librito Indignez-vous!: "El motivo de la resistencia (francesa en la II Guerra Mundial) fue la indignación." Hessel hace también un llamamiento a la juventud actual para que se indigne, con espíritu crítico, tome el relevo y no se resigne a perder los derechos que tanto costó conquistar.
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