Parecía imposible.
La llamada “reforma laboral” salió del Parlamento, aunque pareciera imposible, peor de lo que entró.
No solo se confirmaron todas sus manifestaciones más regresivas y antisociales - abaratamiento y facilidad brutal para el despido, la nueva figura del despido por enfermedad, el contrato con despido libre y sin causa, las licencias a la patronal para modificar las condiciones de trabajo y despedazar los convenios colectivos…- Sino que reactiva dos herramientas de la vieja cámara de los tormentos del trabajo asalariado:
- ¡¡El 10%!! de la jornada anual queda a libre disposición del patrón, que podrá imponer su realización, arbitrariamente, en la fecha que guste.
Dicho en plata. El trabajador no solo no vende ya su fuerza de trabajo por un tiempo cierto, sino que vende por un salario la plena disponibilidad de su persona. Por poner un ejemplo, el empresario cada dos semanas puede ir “ahorrando” y acumulando una jornada laboral para ser trabajada cuando a él le plazca.
- El convenio colectivo vencido o se renueva en el plazo de un año o deja de tener aplicación. En este caso el vínculo de trabajo pasa a regularse por las normas mínimos contemplados en el Estatuto de los Trabajadores. Por ese atajo entran al descabello de una de las conquistas más señeras, de reconocimiento constitucional, de la historia del movimiento obrero.
Esta limitación representa en la práctica una manera sencilla de liquidar la negociación colectiva -contrato colectivo de trabajo-, desvirtuar el derecho constitucional y sobre todo, despojar a los trabajadores de su principal medio para equilibrar, en parte, la desigualdad con el poder del empresario a la hora de establecer salarios y condiciones de trabajo.
Se restablece de aquella manera canallesca la primacía de un contrato individual donde el trabajador esta desposeído de cualquier fuerza negociadora y, por añadidura, se ve forzado a trabajar en las condiciones y por el salario que el patrón le imponga. Basta a la patronal con negarse o sabotear la negociación colectiva: ELLOS TIENEN EL PODER Y LOS TRABAJADORES LA NECESIDAD.
Y todo esto ocurre pese a las amplísimas facultades que la ley ya ponía en manos de la patronal para “descolgarse” de los convenios en vigor y de sus obligaciones.
Ahora la “reforma” pasa a la consideración de sus señorías ilustrísimas del Senado, o lo que es lo mismo, DE LA SARTEN A LA CALDERA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario