¿A QUIÉNES REPRESENTAN LOS LLAMADOS SINDICATOS "MAYORITARIOS"? (I)
8 de cada 10 trabajadores no está sindicado
Según un informe de la UE del año 2009, la evolución de la afiliación a los sindicatos españoles pasó de unos 2.000.000 en 2003 a unos 2.600.000 en 2008. Este informe especifica también la importancia relativa de cada sindicato, siendo la de CC.OO. de un 43.9% y la de UGT 31.1%. Cabe señalar, en cualquier caso, que los datos para la elaboración del estudio fueron proporcionados por las propias centrales sindicales. Sea como fuere, lo cierto es que el Estado español registra uno de los menores índices de afiliación de la Unión Europea. Según los datos de Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo de 2009 -realizada por el Ministerio de Trabajo- tan solo un 17,2% de las personas ocupadas en el Estado español está afiliada a alguna organización sindical. Datos más recientes rebajan esa cifra de afiliación a un 15%. Es decir, que de una población activa de casi 23 millones - de acuerdo a los datos de la EPA de esa misma fecha - no llegan a 3 millones el número de afiliados. Ello significa que 8 de cada 10 trabajadores no está representado por ninguna de estas organizaciones.
Casi tantos obreros como directores de empresas
Otro dato especialmente significativo sobre la "representatividad" de los sindicatos es el que tiene que ver con el porcentaje de afiliación en relación al nivel de estudios y el tipo de ocupación. Tradicionalmente los sindicatos han estado integrados de forma mayoritaria por los trabajadores con menor capacidad individual de presión frente a los empresarios. Esta necesidad de unión de quienes son más débiles por separado fue la razón básica de la aparición de las organizaciones sindicales y la que aún hoy hace necesaria su existencia. Sin embargo, tanto en CC.OO. como en UGT el porcentaje de afiliación crece en relación directa al nivel de formación y es extremadamente bajo entre los sectores más populares. Las profesiones con más afiliados son las catalogadas como “operadores de instalaciones y maquinaria y montadores” y las de “técnicos y profesionales científicos e intelectuales”,seguidas de los “empleados de tipo administrativo”. Los "trabajadores no cualificados”representan, por el contrario, el menor índice de afiliación, por encima tan sólo de los“directores de empresas y de la Administración pública”. En sectores económicos como la Construcción, la Hostelería y el Comercio, que agrupan al grueso de la población activa, menos del 10% de los trabajadores está afiliado a algún sindicato.
Por género y edad
De acuerdo a los datos de la citada Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo, el porcentaje de hombres y de mujeres afiliadas estaba en 2009 en un 18.8% y un 15% respectivamente. En cuanto a la edad, el mayor porcentaje de afiliados se encuentra entre los trabajadores de más años, sobre todo de 45 años en adelante. Lo cual indica el absoluto desinterés de los jóvenes, pero también de una buena parte de los adultos comprendidos en la horquilla de edad que llega hasta esos 45 años, con respecto a los sindicatos.
De sindicatos de lucha a empresas de prestación de servicios
Un epígrafe de la citada encuesta elaborada en 2009 contribuye a arrojar más luz sobre la realidad de estos sindicatos. A la pregunta relativa al"conocimiento sobre la actividad sindical”, un 44,5% de las personas que dijeron estar afiliadas a alguno confesó tener un conocimiento “nulo o casi nulo” de la actividad que éste realizaba. Sólo un 4,4% declaró conocerla “mucho”. Además, ese desconocimiento de la actividad sindical es mayor cuanto más jóvenes son los afiliados y cuanto más bajo es su nivel de estudios.
Estos datos, sumados a otros que aportaremos en sucesivos artículos, se corresponden a la realidad de unos sindicatos a los que los trabajadores ya no se afilian mayoritariamente para actuar, de forma colectiva, en defensa de los derechos laborales o sociales. Desde finales de los 70 principios de los 80, hasta la actualidad, y coincidiendo no casualmente con la conversión de la mayoría de los sindicatos en organizaciones financiadas por el Estado, ha disminuido hasta casi desaparecer el número de trabajadores que se afilian con la intención de realizar reivindicaciones o llevar a cabo luchas sociales. Progresivamente, el perfil tradicional del sindicalista, enfrentado al poder económico y gubernamental, fue sustituido por el del sindicalista "gestor", especializado en negociar y ofrecer servicios.
Esta forma “moderna” de entender la labor sindical es explicitada en un documento elaborado en 2005 por el Instituto Europeo de Sindicatos - órgano asesor de la Confederación Europea de Sindicatos en la que está integrada Comisiones Obreras-. En dicho documento se insta a las 82 organizaciones que forman parte de la CES a “adaptarse a los nuevos tiempos” buscando “nuevas razones para su existencia”, y a ser capaces de comunicarlas a los “afiliados potenciales”. Asumiendo esta concepción, los sindicatos europeos de la CES admiten tácitamente que ya no son agentes de lucha contra la explotación laboral y las desigualdades sociales – que sin embargo nunca han desaparecido y hoy vuelven a acrecentarse-. La tendencia reconocida en estas organizaciones es la de considerar al trabajador como a un “individuo” al que se le intentan aportar soluciones igualmente individuales. En este sentido, el documento citado defiende que la dificultad de los sindicatos europeos para mantener su afiliación se debe a que muchos de los afiliados potenciales sienten que “pueden negociar mejor con su jefe directamente, que dejándolo en manos del delegado sindical”.
Así, una vez abandonada incluso la pretensión de ser organizaciones destinadas a defender intereses colectivos de clase, la evolución “natural” ha llevado a estos sindicatos a constituirse como una suerte de empresas prestadoras de servicios. Y su principal objetivo es que éstos puedan parecer útiles y atractivos a los “individuos” trabajadores, para convertirlos en nuevos afiliados. Algo que se reconoce en el citado informe al explicitar que “se requiere a los sindicatos que ofrezcan, a los “potenciales miembros individualistas”, paquetes de “servicios adaptados a sus necesidades específicas”. De esta forma, organizaciones sindicales como CC.OO. y UGT han llegado a crear una red de empresas que ofertan“productos” a sus afiliados. Desde los seguros a los planes de pensiones o el ocio. Además de ser, obviamente, los gestores de multitud de servicios públicos que corresponden a la Administración, como los de búsqueda de empleo y sobre todo, del lucrativo negocio de los cursos de formación.
En la próxima entrega de este informe trataremos de esclarecer la relación existente entre esta transformación de los sindicatos en meras empresas prestadoras de servicios, su subordinación a los intereses empresariales y las fuentes de financiación que los atan, de forma indefectible, a los mismos poderes que obligan a los trabajadores a no renunciar a la organización sindical.
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