lunes, 20 de agosto de 2012
¿Qué se esconde tras las modificaciones que se han introducido en el nuevo Plan Prepara?.
"El catt con la FUERZA DE LA RAZÓN"
CANARIAS SEMANAL
Durante varias semanas- escribe nuestro colaborador Manuel Medina - el "Plan Prepara" ha parecido estar en un extraño limbo, penduleando en el mismo vértice de su desaparición. Durante ese tiempo, un tsunami de noticias contradictorias ha puesto el alma en un vilo a miles de personas que tenían como único recurso vital los €400 mensuales que ofrecía esta prestación. Pero... ¿qué se esconde tras las modificaciones que se han introducido en el nuevo Plan Prepara?.
Durante varias semanas el "Plan Prepara" ha parecido estar en un extraño limbo, penduleando en el mismo vértice de su desaparición. Durante ese tiempo, un tsunami de noticias contradictorias ha puesto el alma en un vilo a miles de personas que tenían como único recurso vital los 400 euros mensuales que ofrecía esta prestación. Sean cuales fueren las intenciones que se ocultaban tras las especulaciones en torno a si el gobierno iba o no a liquidar la exigua subvención que permite que la gente no se vea obligada a echarse a la calle a robar para sobrevivir, todo induce a dudar de su inocencia.
Un gobierno, por muy depravado que sea - y al que tenemos no le faltan créditos para ganarse ese calificativo - no puede mantener en la duda hamletiana a cientos de miles de personas, sobre un tema tan crucial, si no existe un propósito previo. ¿A qué obedeció, entonces, la "duda danesa" de Mariano Rajoy sobre la continuidad de esa prestación social?
A nuestro juicio, el objetivo clave de este gabinete de ultraconservadores curtido en los principios de la vieja escuela ha sido generar terror sobre el conjunto del mercado laboral. Crear a través de la incertidumbre un clima de shock tanto sobre los que tienen un puesto de trabajo como de aquellos que engrosan las filas del paro. Y como no se trata de creer en afirmaciones no fundamentadas, merecería la pena que el lector nos siguiera en las siguientes reflexiones.
LA OFENSIVA ANTISALARIAL
Hoy parece obvio -incluso para los más incrédulos - que las últimas reformas laborales no estaban destinadas a crear puestos de trabajo, como reiteradamente proclamaron en su día los voceros de la patronal, de la socialdemocracia y del ultraconservadurismo. La finalidad era justamente la contraria: la destrucción masiva de mano de obra. En realidad, lo que se pretendía con esas reformas era ir creando las condiciones adecuadas en el mercado de trabajo para diponer de una sobreoferta de mano de obra a bajo precio. Como ya hemos explicado con anteriodad (*), el mercado laboral está sujeto a las implacables leyes de la oferta y la demanda: a más oferta de mano de obra, el patrón contará con mayores posibilidades de ofrecer salarios bajos.
Sin embargo, para que una reforma de esta envergadura pudiera cumplir con su finalidad resultaba imprescindible acabar con el "colchón" de las prestaciones sociales que tanto el empresariado como los gobiernos anteriores, muy a pesar suyo, se habían visto obligados a aceptar por múltiples factores cuya exposición excedería el marco del presente artículo.
Los epígonos del sistema - economistas, profesores universitarios afectos a la Escuela de Chicago, comentaristas políticos y económicos - ya lo habían advertido en sus declaraciones y artículos. Hay que “profundizar” en las reformas, poner a los asariados en un brete tal que los empuje a vender su fuerza de trabajo a un precio que nos permita crear excedentes, ser competitivos, salir airosos en el salvaje mercado internacional, decían.
Pero una cosa es escribir en los papeles y otra muy diferente son los condicionantes que impone la práctica gubernamental. Esta última exige habilidad, tacto, sinuosidad y buscar el momento adecuado para que la respuesta social no termine en una explosión incontrolable y de consecuencias imprevisibles. Por otra parte, los asalariados todavía poseen el derecho al voto. Por ello, el control de la orientación de los comicios también forma parte del complejo engranaje del sistema, cuyo mantenimiento es preciso atender cuidadosamente. De ahí que los dos últimos gobiernos hayan venido dosificando su ofensiva antisalarial, marcándose objetivos por etapas, atendiendo a las conveniencias políticas de cada momento.
EL OBJETIVO DE LAS MODIFICACIONES DEL "PLAN PREPARA"
Después de un tenso suspense de más de un mes sobre el Plan Prepara, por fin el pasado viernes el gabinete Rajoy despejó la incógnita: la subvención de 400 euros para parados de larga duración se prorrogará seis meses más. Se introduce en el Plan, no obstante, una significativa modificación cuya traducción no debería pasar desapercibida. Los jóvenes que vivan con sus padres no podrán ser beneficiarios del mismo. Esto significa que, según los datos oficiales, unos 71.000 jóvenes parados no percibirán a partir de ahora la prestación. Según las mismas fuentes, la mayoría de ellos forman parte de aquella inmensa masa de adolescentes que fueron arrancados del sistema educativo con los cantos de sirena de los altos salarios ofertados en el sector de la Construcción. Las nuevas modificaciones delPlan Prepara, que tomará forma de Decreto-ley en el próximo Consejo de Ministros del 24 de agosto, contemplará también posiblemente la imposibilidad del reenganche para sus beneficiarios.
EN LA LÍNEA MARCADA POR LA UE
Los objetivos que se esconden tras el renovado “Plan Prepara” los ha puesto al descubierto la mismísima Secretaria General de los ultraconservadores, Mª Dolores de Cospedal : "El Plan – dijo- tiene que valer para que las personas que lo perciban puedan encontrar un puesto de trabajo. Hasta ahora no ha valido para eso". El propósito parece claro: hay que romper el espinazo de la resistencia de los asalariados a trabajar por 400 euros al mes. Para ello resulta necesario destruir la red de ayuda familiar que está impidiendo que éstos vendan a precio de saldo la única mercancía de la que son propietarios: su fuerza de trabajo.
Primero fueron los despidos masivos facilitados por las nuevas leyes. Luego vinieron los desahucios de la Banca. Y ahora nuestras clases dirigentes intentan quebrar la urdimbre de solidaridad familiar que hasta ahora ha impedido que nuestros desocupados saquen, por fin, la bandera blanca y se rindan sin condiciones a las exigencias de competitividad que imponen los mercados del eufemísticamente conocido como “mundo globalizado”.
En cualquier caso, nuestras clases hegemónicas no están ensayando ninguna novedad en suelo celtibérico. Ya antes lo había hecho la Alemania de los minijobs a principios de la década del 2000, con la ayuda de los socialdemócratas de Schroeder y de los sindicatos reformistas. En ese camino nos encontramos.
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