EL BANCO CENTRAL EUROPEO RECOMIENDA A RAJOY REDUCCIONES SALARIALES Y AUMENTAR LA JORNADA LABORAL
Con ese argumento oficial, los Ejecutivos de los dos partidos que se turnan en el gobierno sacaron adelante una reforma laboral que arramblaba con las conquistas obtenidas por los trabajadores durante decenios de luchas y movilizaciones. A finales de la semana pasada, el Banco Central Europeo aseguraba que si no se está creando empleo en España es porque la reforma del mercado de trabajo no se hizo antes, evitando de esa forma la destrucción de puestos de trabajo. Una panoplia argumental que nadie puede creerse.
Mario Draghi, presidente del BCE, comenzaba a hablar en el boletín del mes de agosto de esta institución financiera de "la inevitable reducción de los costes laborales que se tiene que llevar a cabo en los países en crisis para mejorar su competitividad". El Banco Central Europeo considera que en Grecia, Portugal y España la "moderación salarial" se está produciendo con un retraso considerable. "En Estados con altos índices de desocupación - reclama Draghi - se hace preciso rebajar los costes laborales con recortes adicionales". Sin embargo, el Banco Central Europeo no se conforma con que la competitividad empresarial se incremente en base a la reducción de los costes laborales , sino que se hace preciso también que "crezca la productividad en el trabajo". O dicho en roman paladino, que se proceda a una mayor reducción de los salarios, con el correspondiente aumento de la jornada laboral.
Preciso es reconocer, no obstante, que esta ofensiva del capital se está realizando en las mejores condiciones políticas y sociales para sus instigadores. Es decir, con organizaciones sindicales mayoritarias dominadas por el reformismo y la política de pactos y la ausencia de partidos revolucionarios con arraigo en las clases trabajadoras y en la sociedad. Una combinación de factores que convierte a los asalariados en un colectivo desarmado ante el ataque de sus adversarios de clase.
LAS LEYES DEL MERCADO APLICADAS AL TRABAJO HUMANO
El mercado laboral es similar a todos los otros mercados. Se rige por la implacable ley de la Oferta y la Demanda. No considera otros factores de índole social o humana. Si en el mercado de su pueblo o ciudad hay una sobreoferta de tomates o pepinos, los precios de estos dos productos bajarán. Si por el contrario escasea la oferta de los mismos, la tendencia de los precios será al alza. Con la mano de obra esta ley se cumple de igual forma, incluso con mayor precisión, aunque intervengan también en su variabilidad otros factores.
Si millones de asalariados son lanzados al paro y, además, se les aterroriza con campañas de desahucios, pérdida de prestaciones sociales, privatizaciones en los servicios esenciales, masificación de la miseria, etc., el empresariado podrá disponer de una oferta de mano de obra dispuesta a venderse a cualquier precio. Las clases hegemónicas de nuestra sociedad entienden que para poder competir y obtener suculentos beneficios en los mercados del comercio internacional se hace preciso abaratar los costes salariales, retornando a relaciones capital-trabajo que muchos creían desaparecidas en un lejano pasado histórico.
Hace tan solo unos meses, Canarias Semanal publicaba unas declaraciones del sociólogo marxista norteamericano James Petras en las que éste expresaba que "no hay dudas de que entre el 2008-2009 el sistema capitalista en Europa y Estados Unidos sufrió un shock agudo que hizo tambalear los cimientos del sistema financiero y amenazó con la bancarrota de los sectores líderes… Pero - continuaba diciendo Petras - aquella "crisis del capitalismo" fue transformada en una "crisis laboral".
El marxista norteamericano no parecía estar muy desencaminado. Todo nos está indicando que aquella crisis puntual que se desencadenó en Wall Street como consecuencia de las operaciones especulativas de las entidades financieras, y que terminó proyectándose hacia otros lugares del planeta, está siendo estratégicamente aprovechada por el gran capital para la creación de grandes reservas de mano de obra, para el incremento exponencial de sus ganancias y para ahondar, aún más si cabe, en las desigualdades entre el capital y el trabajo.
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