El pasado 26 de noviembre los secretarios generales de CC.OO y UGT, Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez, aseguraron en declaraciones a la Cadena SER que los sindicatos "son hoy más necesarios que nunca." Esta afirmación, hecha como argumento de defensa de sus organizaciones frente a los escándalos en que están envueltas, es del todo cierta, pues la indefensión de la clase trabajadora ante el ataque de que es objeto con el pretexto de la crisis actual es evidente.
Pero, ¿no es acaso posible tal indefensión fundamentalmente por la falta de un sindicalismo capaz de oponerse a ese ataque? ¿Cuál es la responsabilidad de CCOO y UGT en esa postración de la clase trabajadora? ¿Sirven hoy esos sindicatos a los intereses de los trabajadores, o lo hacen a otros intereses?
Es argumento común disculpar la actual trama de los ERE de Andalucía como una creación de ciertas personas que se han aprovechado de la estructura de esos sindicatos para fines personales, desvinculando su actuación de la de las organizaciones. Pero el caso es que no se trata del primer escándalo de desvio de fondos públicos hacia intereses de miembros de esos sindicatos, o para fines a los que no estaban destinados: particularmente, la historia de UGT está recorrida por escándalos económicos, como los fraudes de la PSV, oFUNDESCAN.
Ahora bien, dando por válido ese argumento, el verdadero problema de CCOO y UGT, lo que es realmente nocivo para los trabajadores, no son sus escándalos, mayores y menores, sino el tipo de sindicalismo que llevan haciendo desde la misma Transición, un sindicalismo fundamentado en la aceptación del discurso contrario a los intereses de los trabajadores, y que ha secundado, con más o menos complacencia, todas las reformas en pro de esos intereses llevadas a cabo en las últimas décadas, tanto las de gobiernos socialistas como populares.
UN HISTORIAL DE CONCESIONES
Basta un somero repaso a esas reformas para comprobar que no han supuesto otra cosa que progresivas y continuadas pérdidas de derechos laborales. Al analizar el sindicalismo de ambos sindicatos, un asunto que hay que valorar en su justa medida es el de su paulatinaconversión en conglomerados empresariales (sólo UGT gestiona 81 empresas y dos fundaciones), cosa que, inevitablemente, les ha llevado a defender sus propios intereses empresariales, por encima de los de quienes dicen representar. Igualmente, en la valoración de ese sindicalismo, es fundamental recordar las permanentes traiciones desde sus cúpulas a acuerdos alcanzados por comités de empresa, o su habitual aceptación de acuerdos favorecedores de los intereses empresariales en detrimento de los de los trabajadores: de sobra conocidos son los casos de SINTEL, o Citibank, banco que reconoció en un juzgado de Madrid el pago de más de 650.000 euros a los sindicatos CCOO, UGT (y FITC ) por "el esfuerzo que realizaron" durante las negociaciones de cuatro acuerdos laborales.
Tampoco han faltado, más bien todo lo contrario, los casos en que delegados sindicales deCCOO y UGT han testificado en procesos judiciales contra los trabajadores y a favor de la empresa. En otro ámbito de actuación, su presencia en las Cajas de Ahorros no sirvió en absoluto para ejercer control alguno de los despropositos llevados a cabo por esas instituciones, limitándose a actuar en esos consejos en beneficio de sus organizaciones y no en aras de intereses sociales.
Las cosas han llegado al punto en que el último año han despedido a sus trabajadoresaplicando la reforma laboral del PP, mientras braman contra ella en la calle, actitud bien contraria a la seguida por sus cúpulas, como queda patente en su último acuerdo laboral, en el que la Comisión Ejecutiva se garantizó un incremento salarial del 0,5% para el año 2012, y un 0,6% para 2013, en plena oleada de bajadas de sueldos en todos los sectores laborales.
EMPRESARIOS: "NECESITAMOS A CCOO Y UGT"
En una entrevista concedida a Servimedia el 17 de noviembre, Arturo Fernández,vicepresidente primero de CEOE, mostró su "deseo" de que el prestigio de estos sindicatos"no salga mal parado" de las investigaciones sobre el caso de los ERE, y añadió que "UGT y CCOO son unos sindicatos que necesitamos en este país." Esta opinión, unida a lo anteriormente dicho, debería hacer plantearse a todo trabajador, y con todo rigor, la pregunta ¿a quién hacen falta CCOO y UGT?
No es necesario insistir en la necesidad actual de los sindicatos, pues es obvia. Como tampoco lo es recordar que hay otro sindicalismo más allá de CCOO y UGT, sindicatos que son, justamente, los que no parecen hacernos ninguna falta.
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