miércoles, 27 de noviembre de 2013
No sólo los escándalos acosan a UGT. El sindicato hace aguas por cinco vías que son preocupantes...
"El catt con la FUERZA DE LA RAZÓN"
EL ECONOMISTA
No sólo son los escándalos los que acosan a la UGT de Cándido Méndez. El histórico sindicato hace aguas por cinco vías que son preocupantes para políticos, algunos de ellos incluso históricos de la izquierda, y también para los expertos en el mercado laboral español. El Congreso de los maletines de UGT costó 563.000 euros al contribuyente
De poco ha servido, de acuerdo con estos observadores, que Méndez volviera a hacer este año un alarde de fortaleza, al renovar en abril pasado su posición al frente de la Secretaría General con un 86,3% de los votos a favor. El propio sindicalista aseguró, al principio de su sexto mandato, que se había vuelto a demostrar el hecho de que "no existen alternativas de peso" en el seno de la central a las líneas de acción que él representa.
Con todo, por debajo de esa actitud aparentemente segura, subyacen problemas que Méndez no ha tenido el valor de acometer y que han agrietado a un sindicato ya centenario. Son los siguientes.
Desde 1994, Cándido Méndez no ha hecho otra cosa que ser secretario general de UGT. Él dice que la fórmula de su éxito es saber aglutinar a su espalda a todas las federaciones regionales y sectoriales.
Con todo, fuentes conocedoras del funcionamiento de la Unión denuncian que el medio ambiente que en ella reina es especialmente propicio para ahogar toda alternativa. Hay números que manifiestan algo muy parecido a un pensamiento único; de hecho, la UGT no sabe lo que es un proceso electoral reñido desde, precisamente 1994, cuando Méndez fue designados sucesor de Nicolás Redondo, tras vencer a Manuel Fernández. Ya entonces ganó por un 75% de los sufragios.
En las sucesivas reelecciones su margen no hizo más que aumentar hasta llegar al aplastante 93% de 2009.
Que los grandes sindicatos españoles gustan de inmiscuirse en política es un hecho para todos los ciudadanos. Sin embargo, Méndez gustó de llevar la tendencia al extremo en los años en los que gobernó el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero; hasta el punto de que se convirtió en el vicepresidente oficioso en los Gabinetes de Zapatero y, de carambola, se erigió en cómplice de unas políticas inaceptables para los simpatizantes de la izquierda.
Lo dice el ex coordinador general de IU, Julio Anguita: "Méndez no estuvo ahí para frenar ni la reforma laboral de Zapatero ni el cambio que se le hizo a la Constitución, por la puerta de atrás, para consagrar el control del déficit".
Méndez se sigue sintiendo cómodo con el sistema que financia mayoritariamente a los sindicatos con cargo a dinero público. Es más, no ha hecho nada para hacer más transparente el uso que su ingente entramado emrpesarial (compuesto de institutos de formación e incluso inmobiliarias). Méndez ha llegado a considerar la Ley de Transparencia una intromisión en la labor sindical.
Los sindicatos siguieron mano sobre mano el continuado incremento del número de parados en España desde 2008. Además de falta de compromiso, una de las causas estriba en "no darse cuenta de que la economía cambió mucho en los últimos 20 años", señala Joaquín Trigo, director general del Instituto de Estudios Económicos (IEE).
La UGT de Méndez, y también CCOO, son incapaces de obtener calificaciones superiores al muy deficiente en las percepciones de los ciudadanos que recoge el CIS. Con todo, la verdadera prueba del nueve de la opinión que merece un sindicato son las huelgas generales. Las dos centrales mayoritarias han recurrido a ellas con generosidad en estos dos años de legislatura.
Su seguimiento, pese al alto nivel imperante de descontento ciudadano, estuvo muy lejos de poder parar el país.
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