En la medida en que se acerca la fecha de las elecciones europeas la batalla entre los contendientes se agudiza, como en cualquier otro de los comicios precedentes. Ello sucede, particularmente, con aquellas fuerzas en litigio que tratan de disputarse idéntico terreno, como sucede con Izquierda Unida y la candidatura mediática de Pablo Iglesias.
En contra de lo que había sido la tradición de la izquierda revolucionaria a lo de largo de buena parte del pasado siglo, lo que en la actualidad se disputan estas formaciones en la carrera electoral no es la popularización de los mensajes de un cambio radical del sistema social existente, sino el ambiguo y engañoso objetivo de poder "cambiarlo desde dentro ".
Aún siendo consciente de que mentar a Lenin a estas alturas del siglo XXI provocará retortijones en los estómagos de los socialdemócratas vergonzantes, resulta pertinente recordar que el líder ruso decía que los revolucionarios debían utilizar las elecciones no para reforzar el sistema sino, en cualquier caso, para destruirlo. El teórico marxista añadía que, para los revolucionarios, las instituciones debían servir como portavoces de las reivindicaciones de los trabajadores, así como para que dejar bien claro ante ellos el carácter corrupto e inútil de las mismas.
La euforia que muestra la socialdemocracia vergonzante - es decir, aquella que se avergüenza de serlo y trata de encubrir su verdadera identidad - al participar en los juegos florales de las elecciones solo puede explicarse si se tienen en cuenta los réditos que obtiene en el marco de las instituciones burguesas tal participación. Por una parte, los resultados electorales refuerzan su ubicación en una área del sistema que les permite el mantenimiento de una estructura funcionarial en la que se integran invariablemente sus cúpulas y aledaños. Por otra, a través de la vía institucional la "izquierda" del sistema obtiene suculentos privilegios y prebendas, tal y como últimamente han puesto de manifiesto los casos de los EREs andaluces o el escándalo de los consejeros de Bankia.
Por eso puede comprenderse que organizaciones tales como Izquierda Unida, o la Plataforma electoralista del inconsistente "líder mediático" Pablo Iglesias, intenten crear la ilusión en las clases sociales subalternas de que un vuelco en los resultados electorales, en el marco de una sociedad dominada y controlada por el poder del capital, podrá abrir algún tipo de esperanza para los trabajadores. Sin embargo, elección tras elección a lo largo de las últimas décadas se ha demostrado que el camino para las transformaciones sociales no es, ni mucho menos, el que se se empeñan en hacernos recorrer.
¿HAY ALTERNATIVA A LAS ELECCIONES?
Pero, ¿cuál es entonces la alternativa? ¿La "toma del Palacio de invierno", como de manera taimada nos pregunta la socialdemocracia vergonzante cuando les espetamos al rostro lo que esconde su despreciable política electoralista?
La realidad es que el trabajo político de aquéllos que realmente desean poner al Sistema"patas arriba" está donde siempre ha estado: en la organización de las capas sociales oprimidas. Solo con una base social organizada, consciente de que los que detentan el poder - no el gobierno - no lo abandonarán sin antes resistirse por todos los medios, será posible cambiar esta sociedad. Es únicamente en ese marco de combate social donde, en un momento dado, podría tener sentido la participacion de las organizaciones sociales y políticas en la contienda electoral. Y no, obviamente, como elemento clave y definitivo de la lucha contra el sistema, sino tan solo como parte no fundamental de ella.
Quienes tratan de engañar - o con ingenuidad se engañan a sí mismos - sugiriendo que las puertas del llamado "Palacio de Invierno" un día se abrirán complacientes ante nuestros amables reclamos electorales o nuestras movilizaciones "a lo Ghandi", no solo mienten a la gente sino que también crean las condiciones para la frustración social colectiva a la que tantas veces se han visto relegadas las aspiraciones populares en el Estado español.
LOS "ARQUETIPOS" LATINOAMERICANOS
En este aquelarre electoralista, tan en boga últimamente, que enfatiza el papel de las urnas sobre la organización social de las masas, no son pocos los que escogen los ejemplos de los procesos en Venezuela y Bolivia para avalar sus propuestas políticas en España. A estos tahures del engaño convendría recordarles, en primer lugar, que la historia reciente tanto de un país como del otro, está jalonada por numerosísimas experiencias de organización popular que han abierto el camino al proceso político en el que hoy se encuentran embarcados. No es ese, ni de lejos, el panorama político que ofrece el Estado español. Las ultimas tres décadas han sido de una oquedad total en experiencias de organización popular . Tanto los sindicatos como los partidos de la izquierda iniciaron desde finales de la década de los setenta del pasado siglo, un camino regresivo de inserción en el sistema político construido por los herederos de la dictadura y de renuncias de las conquistas paradójicamente arrancadas al franquismo. Si algo explica la desconfianza y la pasividad actual de amplios sectores sociales hacia la movilización y a la autoorganización es precisamente ese pesado fardo de tres décadas de vacío que pesa sobre la sociedad española y especialmente sobre su clase trabajadora. En la historia ese tipo de vacios terminan pasando factura tarde o temprano. Y ese el precio que duramente estamos pagando hoy.
En segundo lugar, ni en Venezuela ni en Bolivia se ha dado aún una revolución económica. En ambos paises se ha producido una "revolución política", pero no una revolucion económica. Dicho de otra forma, en esos lugares se ha procedido a la democratización de aspectos relacionados con el aparato del Estado, pero la estructura económica de ambos continua incólume.
El poder, - el "poder" real, el que viene determinado por la propiedad de los medios de producción, - permanece en las mismas manos en que estuvo en el pasado. En Venezuela, Bolivia y Ecuador se han operado importantes reformas sociales, pero las variadas formas de explotación capitalista no han desaparecido.
Ni que decir tiene que las reivindicaciones de soberanía nacional frente al imperialismo norteamericano, aunque no son nuevas en ese continente, son igualmente un importante avance en la lucha de sus pueblos por liberarse del tutelaje del coloso del Norte.
Pero a la vez que hay que valorar todos esos aspectos, extraordinariamente positivos, resulta imprescindible recordar que la durabilidad de esas experiencias políticas dependerá tanto del apoyo de la red de organizaciones sociales que apoyen y protejan su consolidación como de la inaplazable decisión de afrontar cambios profundos en la propiedad de los medios de producción. Será ese el momento decisivo y de previsibles respuestas violentas de las burguesías criollas, en el que se decidirá qué clases sociales se quedarán con el"Palacio de invierno".
A MODO DE CONCLUSIÓN
Aunque no tengo por costumbre hacerlo, debo acudir de nuevo a una cita del inspirador de la revolución rusa. Y no porque que Lenin me parezca un personaje histórico infalible, sino porque en lo esencial - y subrayo, en lo esencial - las contradicciones que él estudió y señaló sobre la sociedad capitalista continúan teniendo plena vigencia, Y aunque para la socialdemocracia vergonzante sus tesis científicas hayan "pasado de moda", lo cierto es que no han perdido ni un ápice de su veracidad.
Apostrofaba Lenin a los situados a su derecha con este párrafo:
"Sólo los bribones o los tontos pueden creer que el proletariado debe primero conquistar la mayoría en las votaciones realizadas bajo el yugo de la burguesía, bajo el yugo de la esclavitud asalariada, y que sólo después debe conquistar el Poder. Esto es el colmo de la estulticia o de la hipocresía, esto es sustituir la lucha de clases y la revolución por votaciones bajo el viejo régimen, bajo el viejo Poder".
Qué papel estamos dispuestos a desempeñar, pues, ante los próximos comicios europeos... ¿el de bribones o el de tontos?
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