Tal y como nos comprometimos con nuestros lectores, hoy les acercamos la delirante demanda civil de protección del honor del periódico El Día, interpuesta en julio pasado por el editor y director de ese periódico, don José Rodríguez Ramírez contra el Parlamento de Canarias en su conjunto. Nos temíamos lo peor y casi estamos en condiciones de confirmarles que lo peor es que don Pepito interpone estas iniciativas con el único objeto de llamar la atención para vender más periódicos. Porque en la demanda en cuestión que pueden leer aquí mismo, no se sostiene ni un solo argumento de peso que pueda hacer prevalecer los derechos que sin duda asisten al demandante sobre los que, a su vez, tiene consolidados el Parlamento de Canarias y todas sus señorías, por mucho que algunas de sus resoluciones no puedan ser compartidas por casi nadie. Para ir despejando incógnitas, sepan que el editor independentista de Canarias solicita una indemnización de un euro, así como la publicación de la sentencia, en caso de ser condenatoria, en un periódico de Santa Cruz de Tenerife y en otro "de Las Palmas de Gran Canaria" (sic).
Como también les anunciábamos ayer, don Pepito se ha hecho con los servicios de un abogado de Madrid, pero no de un abogado cualquiera, como cabría sospechar ante lo aventurado de las pretensiones judiciales, sino nada menos que de todo un catedrático de Derecho Penal. Ya sabemos, ya, que la demanda es civil, pero, caramba, un catedrático de la Complutense, que además es vicedecano del Colegio de Abogados de Madrid no es para menospreciar, ni mucho menos. Desconocemos la experiencia en el foro que atesora el letrado Luis Rodríguez Ramos, el contratado por don José para estos menesteres, pero ya podemos adelantarles que su especialidad no es el mundo de la prensa, por mucho que a lo largo de los 23 folios de su demanda (hasta los 50 que ocupa todo lo demás son documentos) haya hecho un esfuerzo muy especial por explicar lo que es la libertad de expresión. Pero alguien que otorga género femenino a los editoriales de los periódicos cae en el error común (pero imperdonable en quien defiende el honor de un periódico) de confundir esos artículos con la empresa editora, cuando no con las empresas editoriales, dedicadas a la edición de libros, actividad mucho más respetada y tranquila, como es fácil concluir.
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