CANARIAS AHORA
Que José Manuel Soria no respeta la verdad es algo ya asumido por la paciente ciudadanía. Miente casi siempre, y cuando no lo hace con esa solemnidad que le caracteriza, tuerce la realidad de una manera obtusa y hasta aberrante. Este viernes el periódico La Provincia publicó una interesante entrevista realizada por Vicente Guerra que vuelve a demostrar una vez más la capacidad de nuestro admirado vicepresidente para la trola pura y dura. Porque sólo es preciso contrastar sus afirmaciones con sus propios actos para llegar a esa terrible conclusión. Debe creer que el público canario es tonto, que carece de memoria o que le va a consentir todas las tropelías del mundo porque él es así. Y así son sus circunstancias. Y lo peor de todo es que en esta ocasión mintió sin necesidad alguna, sin que el periodista le llevara a un callejón sin salida que le obligara a utilizar el malabar falaz al que tanto recurre.
No vamos a entrar a analizar las consideraciones sobre la economía que desarrolla el vicepresidente del Gobierno a lo largo de la entrevista de Vicente Guerra. Son opiniones ya conocidas y respetables, aunque algunas de ellas puedan ser rebatibles no sólo desde el punto de vista puramente económico sino también desde el ideológico y social. Pero esos son otros lópeces. Tampoco vamos a entrarle a lo que resulta verdaderamente abominable por ser él quien lo pronuncia: que es partidario de reducir el Gobierno de Canarias a tan sólo seis consejerías, transfiriendo a los cabildos competencias perfectamente dotadas para su desarrollo y reservándose el Ejecutivo muy pocas tareas de gran calado. Dicho eso en boca de quien se ha dedicado estos tres últimos años a hundir a las Corporaciones locales suena a pitorreo, pero él cree que le queda precioso y tampoco le vamos a quitar la ilusión. Pero lo que es verdaderamente una tomadura de pelo es que pretenda hacernos creer que está dispuesto a desterrar el uso del coche oficial en el Gobierno de vicepresidente para abajo. Es decir, empezando por él mismo.
Reproducimos literalmente la frase porque merece unas cuantas consideraciones. Corresponde al pasaje final de una pregunta referida al recorte de gastos en la Administración autonómica, tras mostrarse contrario a que las consejerías editen revistas o libros. Dice así la frasecita en cuestión: "Muy probablemente de aquí a unos años no habrá alto cargo con coche oficial y eso será lo normal. Y me preguntará: ¿renunciará usted, que es vicepresidente, al coche oficial? Pues sí, tampoco iré en coche oficial. Antes de entrar en la Administración fui a trabajar toda mi vida en mi coche". Empecemos por el principio: ¿Quién le mandó lanzar la fantasmada si nadie se lo estaba preguntando? Será que ya está en campaña. Será que la idea le vino así, sobre la marcha, y la lanzó. Porque es absolutamente imposible que un vicepresidente del Gobierno vaya en taxi o en su coche particular al trabajo, a las visitas oficiales o al Parlamento. Y es mucho más descartable que él, precisamente él, vaya a renunciar a ese privilegio. Y lo afirmamos con rotundidad porque su comportamiento desde 1995 indica precisamente lo contrario. Todo lo contrario. Veamos.
José Manuel Soria tocó poder por primera vez en 1995, cuando fue elegido por mayoría absoluta alcalde de Las Palmas de Gran Canaria. Una de sus primeras decisiones fue la de cambiar el coche oficial del alcalde, un vetusto Mercedes que a él le hacía perder glamour. Así que mientras le tramitaban la compra de un Volvo de especiales características que aún hoy está al servicio del Ayuntamiento, hizo que los policías locales que ejercen de conductores emplearan un coche suyo, un BMW muy llamativo. Con el coche oficial de la Alcaldía, José Manuel Soria no sólo acudía a actos oficiales, sino también a algunos que nada tenían que ver con el cargo. Por ejemplo, se desplazó así en al menos una ocasión a la sede de la patronal exportadora hortofrutícola, Fedex, para participar en una reunión de empresarios en la que él estaba en representación de la naviera familiar, ya desaparecida, Oceanic. Puede ser cierto que, como dice en la entrevista, antes de entrar en política él iba a su trabajo en su coche particular, pero es igualmente cierto que alguna vez fue a atender sus negocios particulares con un coche oficial. Pero hay más.
Cuando abandonó el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria para presidir el Cabildo, en 2003, José Manuel Soria tomó de inmediato una decisión urgente: sustituir un viejo Mercedes adquirido en la etapa de Carmelo Artiles, allá por los ochenta, por un lujoso Audi A6. Para ello convocó un curioso y muy chiripitifláutico concurso al que sólo le faltó poner en las bases la marca y el modelo del vehículo. Recordarán nuestros lectores que las exigencias de la autoridad, que paralelamente hacía cambiar el salón de plenos del Cabildo para colocarse seis escalones por encima del común, incluían cristales tintados y persianas eléctricas en las ventanillas posteriores, entre otras necesidades ineludibles. La contratación de ese coche durante cuatro años y la confirmación de lo que contamos aquí mismo, nos granjeó la enemistad y los insultos del concesionario de Audi, Sergio Alonso, que consideró que metíamos a su marca en nuestras "guerras políticas". Cuando José Miguel Pérez llegó en 2007 al Cabildo se encontró con que le retiraban el Audi al terminar el plazo de tan oneroso renting, y utilizó durante semanas el viejo Mercedes de Carmelo Artiles, hasta que Lexus le cedió un vehículo híbrido mediante un convenio con el Cabildo. El mismo convenio rige con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, y en ningún caso supone desembolso económico alguno.
Pero esa desafección de Soria por el coche oficial queda nuevamente desmentida si se tiene en cuenta lo primero que hizo al llegar al Gobierno de Canarias. Su departamento, la Consejería de Economía y Hacienda, es la competente en materia de Patrimonio, por lo tanto es en él donde se tramita la adquisición de nuevos vehículos oficiales. Como no le gustaba tampoco el que tenía adjudicado, hizo algunos cambios en las asignaciones y se quedó para él un BMW que acababa de ser adquirido para la Consejería de Sanidad tras un concurso convocado antes de su llegada. A Mercedes Roldós, que tiene nombre de otra marca de coche, le transfirió el que el vicepresidente heredaba de su admirado Mauricio, un Audi de menos porte que el que había lucido en el Cabildo. Lo contamos aquí cuando ocurrió, pero es bueno refrescarlo en estos momentos en que nuestro consejero de Economía y Hacienda hace verdaderos e increíbles esfuerzos por la austeridad.
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